Desde siempre me apasionan los retos. De hecho, ya no sé si es tanto que me gusten como que me resultan irresistibles. Soy orgullosa como quien más, lo sé; no me gusta perder a nada. Incluso si el tema en cuestión es uno de mis puntos flacos (sí, señores, también yo los tengo, aunque me cueste reconocerlo), me jode igual.
Siempre he dicho que, si alguien quisiera algo de mí, con presentármelo en forma de reto, lo conseguiría casi con total seguridad. Lo cierto es que yo, al menos, sí uso esa técnica conmigo. Todo, o casi todo, me lo planteo como si fuese un reto. Así me "pico" conmigo misma (que es con quien más "compito") y acabo por hacer muchas cosas que me disgustan de buena gana, y por sobreponerme con relativa facilidad a problemas y baches que de otra forma me costaría bastante más superar por mi carácter.
Además, eso es parte del plan. Porque, al fin y al cabo, la vida no es más que el mayor de los retos que alguien puede plantearse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario