Volvió a pasar la mano por la tapa polvorienta de su viejo piano de cola, levantándola. Se sentó con un crujido, a medias de la madera y a medias de sus articulaciones, en la banqueta, frente al teclado. Acarició con sus manos las teclas que comenzaban a amarillear en los extremos. Adoptó la posición que tantas veces le habían corregido en las interminables horas de clase en el conservatorio. Levantó la cara al cielo, alzando la mandíbula. Cerró los ojos y evocó su cara... Y con ella, su canción.
Como por arte de magia, las notas brotaron de sus ya poco ágiles dedos. Sintió cómo la música penetraba en ella; cómo la llenaba y la estremecía.
Sintió una lágrima liberada rodando por su arrugada mejilla.
Y fue feliz.
María*
1 comentario:
Preciosa manifestación literaria de la intangible music...
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