"Mi ruta a la Ruta"

“¿Por qué hacer este trabajo y no otro?” Eso me preguntaba al comienzo, en octubre. Con las bases recientes: todos estábamos animados, no había día en que no conociese a alguien nuevo, con sus sueños, proyectos e historias. Octubre, con su otoño temprano y el calor aún presente en el ambiente; octubre, con las ilusiones y los sueños en un puño encerrados con el corazón. No había conversación en que no se hablara de un sueño hecho realidad en el futuro, de las listas, de las entrevistas, del viaje, del avión, de las caminatas… Incluso nos dolían los hombros al imaginarnos subiendo montañas, medio de pie, medio a gatas, con una mochila que parecía aumentar de peso cada paso que avanzabas de la imaginaria caminata. Días buenos, días malos; ilusión y desesperanza, voluntad y desconfianza, pero, ante todo, sueños, conforman la nebulosa que ocupaba tu mente cuando comienzas el proyecto, cuando lo vives y sólo piensas en cómo hacer tal o cual cosa, en cómo mejorar éste o aquel detalle. El entusiasmo comenzó a disiparse un poco cuando nos recordaban aquellos que se quedaron en el intento la desilusión del momento de las listas, cuando, incluso si estás en ella (en cuyo caso la euforia te invade temporalmente, hasta que vuelves a buscar a tus amigos) siempre queda la espinita por los que no están. Llega el día en que decides no ilusionarte más, ser serio y pensar únicamente en el trabajo… Hasta que se te ocurre mirar las fotos de las expediciones pasadas, y no puedes evitar caer en una espiral de sueños mientras sigues despierto, ojeando sin apenas darte cuenta el resto de fotos que constituyen los cimientos de tu meta, de tu utopía. Y la espiral sigue su curso haciendo mella en ti, calándote cada vez más hondo y haciendo que cualquier tipo de inseguridad que haya en ti se desvanezca, consiguiendo que desees más si cabe vivir la Ruta, logrando “revivir” una imaginación y una ilusión que se habían aletargado cuando más las necesitaste. Y así comienza todo, con ese sentimiento, con el vuelo de cierto pájaro en tu interior. Lees información de todos sitios en que, piensas, puede haber algo interesante, algo que haga saltar la chispa necesaria para comenzar el trabajo; miras cuantos planes y proyectos tienen algo que ver con el tema que has elegido; llamas y mandas correos en idiomas que no dominas del todo a gente que probablemente jamás conocerás en persona, única y exclusivamente porque esas personas pueden tener un mínimo detalle sobre un tema o una idea que pulula por tu cabeza en busca de asiento; recorres las que, crees, son todas las páginas que puede albergar Internet sobre lo que buscas… La locura, la fiebre del Quetzal ha entrado en ti y no conseguirás sacarla. Nunca. De repente, sin querer, una idea salta al escenario, y quizás en un sueño, o quizás no, expone cómo podría ser aquello que buscas. Lo valoras todo, incluso nimiedades que luego quizás no importen, y, al final, te decantas por una de las ideas que hacen eso en tu mente a diario. En mi caso al menos, la idea sufrió modificaciones, aunque siempre sin alejarse del concepto inicial. Pides ayuda que después rechazas, y que más tarde vuelves a buscar. Consigues volver locos a los de tu alrededor según qué días… Y un día tras otro lees, redactas, borras, cortas, pegas, pintas, borras de nuevo, escribes, dibujas... Sueñas. Hay días en que el trabajo y el esfuerzo te superan, y otros en que te comerías el mundo si te dejasen. Con los primeros “logros” de partes del trabajo que vislumbran su fin, la ilusión se acrecienta, y ya no quieres ni te importa dormir, sólo acabarlo y que llegue marzo, el 6 de marzo, que salgan las listas. Y que tu nombre esté ahí. Puedo afirmar, y lo hago, que llevo desde que comenzó el año sin dormir más de 4 horas al día, que estoy cansadísima y necesito dormir bastante para conseguir borrar las ojeras que bajo mis ojos se han tatuado este mes, pero… al final, cuando miro a mi lado y veo la solicitud con la documentación; cuando no veo un proyecto, una maqueta, sino una parte de mí… Entonces me doy cuenta de cuánto valió la pena esforzarse, sacrificarse un poco, y no puedo evitar emocionarme y soñar, una vez más, con el camino que recorrerá, con la gente que lo va a valorar y sus valoraciones; sé que no son más que sueños, expectativas que puede que no lleguen a cumplirse nunca, pero, en ese instante, nada más me importa.
María*

1 comentario:

Lara Vergara dijo...

Hola, wapa!
Me parece genial que vuelvas a intentarlo, es tu sueño, y en el camino que recorres hasta él está el encanto. Sigue adelante, algún día la recompensa llegará.
Un beso, y suerte en el nuevo blog!

Lara.