Dar una sorpresa


Intentar dar una sorpresa a tu chica para que comáis juntas, con lo que ello implica:

  1. Levántate a las 6.30 en lugar de a las 7.30.
  2. Coge el bus de las 7.10 en lugar del de las 8.10, y hazte la dormida cuando a las 7.30 te llame tu chica para "despertarte".
  3. Entra zingando a trabajar a las 8.30, clases hasta las 12.30 y curra hasta las 14.
  4. Corre como alma que lleva el diablo cruzando el campus con tu jefe al que has prometido invitar mañana (con su novia, que si no se pone celosa) a una cerveza por el favor de hoy.
  5. Corre como alma que lleva el otro diablo [el bueno] cruzando Termibús para coger el de las 14.10, que ha llegado 6 minutos tarde, rogando al conductor que te deje montar con el billete del bus siguiente para poder llegar a tiempo a una "entrevista de trabajo superimportante".
  6. Pasa otra hora y 5 en el bus a Donosti.
  7. Corre 8 de los 10 minutos cuesta arriba hasta la casa de la chica en cuestión.
  8. Consigue que sus compañeros de piso te abran.
  9. Cambia las sábanas y haz la cama.
  10. Ordena la ropa que hay tirada por todos lados.
  11. Ponle la lavadora.
  12. Airea la habitación.
  13. Quita el polvo.
  14. Pasa el aspirador.
  15. Friega los platos de anoche.
  16. Ponte medianamente mona.
  17. Espera a tu chica los diez que te acaba de decir por teléfono que le quedan para llegar a casa calentando a fuego superlento la comida.


  18. Espera otra hora y media (de momento) a tu chica hasta que a ella le parezca bien volver; es una sorpresa, así que no la puedes llamar para decirle que estás en su cama, con un hambre que no ves, esperándola desde hace casi 2 horas.

    [EDIT]

  19. Tras 3 horas de espera, a las 18.24 decides que el hambre atroz que te comienza a digerir los órganos internos es suficientemente grande como para chafar la sorpresa y llamarla.

Duermes

Estás aquí, a mi lado, dormida. Profundamente, vulnerable. Casi más que a mi lado, estás encima de mí, tu brazo sobre mi cintura, y tu cara sobre mi costado. Haces ruiditos, y río. Cuando río, sonríes, y sonrío yo. Cuando digo que te quiero, también sonríes, y también yo sonrío. Acaricio tu mejilla, tu oreja, tu cuello... Respiras, haces más ruiditos, y te acurrucas contra mí. Y entonces pareces pequeñita, como si fueses una niña agarrando a su padre porque ha tenido un mal sueño, pero no lo eres. A ratos dejo el ordenador, y apago la luz, aunque sé que no tengo sueño y que no voy a conseguir dormirme. Me gusta abrazarte fuerte, me siento mejor así. Luego te miro, te doy mil besos, y te digo, otra vez, que te quiero. Tú duermes, y fuera nadie lo sabe, nadie imagina la belleza de tu sueño tranquilo