Orgullos@s.


Nunca he celebrado el Orgullo LGTB. Nunca he participado en él... ¿O sí? No he ido a besadas, ni a manifestaciones, ni a quedadas, ni participo en ningún grupo exclusivamente dedicado a los derechos del colectivo, ni llevo o he llevado la bandera multicolor en ningún sitio habitualmente. No suelo salir a locales de ambiente, y la mayoría de mis amigos son hetero. Sin embargo, no reprimo el impulso de besar a mi chica, de decirle que la quiero, de abrazarla o de meterle la mano en el bolsillo trasero del pantalón cuando estamos juntas. Mire quien mire. Hable quien hable. Juzgue quien juzgue, y lo haga como lo haga. Es nuestra elección, nuestra vida, ¿por qué habríamos de vivirla de forma diferente a como lo hacen ellos? Normalización para conseguir normalidad, ésa es mi clave.

Descentro el tema de mi caso, que hoy no toca ego.

Como en todo, hay defensores y críticos del movimiento del Orgullo, de las cabalgatas y demás. Los contrariados dicen que "esa panda de locas y promiscuos" no les representa, que ellos son personas "normales y decentes". Podría ponerme a disertar sobre lo de ser normal, o "normal", y ser decente, o "decente", pero no es el momento de hacerlo. También hay quien dice que "si no hay un día del Orgullo hetero, por qué tiene que haberlo del Orgullo gay". Sí, suelen ser los mismos que exigen un Día del Hombre, para hacer el balanceo del Día de la Mujer trabajadora. También los hay que argumentan que, una vez conseguidos el matrimonio homosexual civil y el derecho de adopción por parte de parejas del mismo sexo, los gays ya no tienen nada que reclamar.

Los defensores exigen igualdad. Dos leyes, o decretos, o diez, no consiguen la igualdad. Cambiar un par de definiciones en el diccionario y dos o tres campos en los formularios de instancias públicas no son igualdad. ¿Alguien recuerda cuando a los negros (lo siento si alguien se ofende, para mí no son "personas de color"... Considero que utilizar eufemismos cuando no se requieren es más ofensivo que decir lo que hay) se les menospreciaba, prejuzgaba y discriminaba por el mero hecho de tener la piel más oscura? ¿Cómo? ¿No? Pues pasa hoy, hoy mismo, igual que ayer, igual que, desgraciadamente, mañana.

Abramos los ojos. Todo el mundo es progre-guay y supertolerante cuando se le pregunta en un medio de comunicación, o para hacer un baremo del CIS. Pero no son tantos los que ven con naturalidad que dos hombres caminen de la mano o que dos mujeres se besen. Y por esto se creó el día del Orgullo, para recordarle al resto del mundo que existimos, y que vamos a seguir haciéndolo; que amamos, que comemos y bebemos, que estudiamos, que trabajamos, que somos, y somos como ellos, que estamos a su lado, entre ellos... Que somos sus hijos, sus madres, sus amigas, sus primos, sus compañeras, sus pacientes, sus profesoras, sus policías, sus médicos, sus jueces, sus veterinarias, sus arquitectos, sus secretarias, sus deportistas favoritos, sus actrices, sus escritores, sus jefas, sus presos. No sólo son los hombres que trabajan en Zara o Armani y las mujeres que trabajan en la cárcel o conducen autobuses.

Pero es también un día para recordarles a aquellos que siguen sin aceptarse como son, que están aún dentro del armario, que no están solos, que somos muchos, que los estamos esperando, que se vive plena y felizmente una vez aceptas que eres como eres, te entiendes (perdón por el chiste malo...) y asumes lo que sientes y tu forma de ser.

Es un día para recordarnos a todos, gays y heteros, que los estereotipos son sólo modelos ficticios basados en convenciones y estudios estadísticos; y la estadística, como todos sabemos, es la ciencia de la mentira fina.

Vuelvo al tema que me ocupa hoy...

Nunca he participado en ningún acto de forma activa. He asistido a varios, pero nunca he desfilado, ni me he besado con nadie en un acto reivindicativo. No por nada, sino porque mi manera de entender mi sexualidad no es esa. No reivindicaría lo que soy si fuese hetero. No sentaría a mis padres en el sofá y les diría en tono solemne que me gustan los hombres. Tampoco lo pienso hacer ahora. Ni con mis padres, ni con mis amigos, ni con mis compañeros, ni con nadie.

Parece fácil vivir así, "sin salir del armario". Es simple: no salgo porque nunca entré. La gente que participa en estos actos lo tiene fácil, o eso parece. Si hacen eso es porque tienen una parte de sí mismos muy asumida, ¿no? Van ahí a decir que son lo que son, mujeres que aman a mujeres, hombres enamorados de hombres, a los que les gusta ser como son y vivir cómo y con quién viven, y que no se esconden por ello porque son seres humanos como el resto de nosotros, con todo el derecho de querer a alguien y ser correspondidos; y van ahí a reivindicar ese derecho para ellos mismos, y para todos los LGTBs que no participan en ese acto. Es una actitud noble. Es como si, muerto de hambre, no pidieras pan para ti, sino para todos los hambrientos, aún a sabiendas de que sería más fácil conseguir un par de rebanadas que mil hogazas.

Pero si creéis que es fácil, os equivocáis. No es cómodo, ni sencillo, ni indoloro, ser visible. Pero mucho más incómodo, complicado y doloroso es no asumir cuál es tu situación, no admitir y querer ser quién eres.

Si hay una fase de verdad dolorosa en la vida de un homosexual (LGTB), es la fase de vivir en el armario. En ese maldito armario represivo, torturador, alientante. ¿De verdad estáis cómodos en él? ¿Porque la gente no lo sepa, sus insultos, sus críticas, su desprecio... No duelen? ¿O es que el armario os deja catatónicos frente al mundo? Eres infeliz. No eres libre si sigues preso del "qué dirán", del miedo... Y no te das cuenta de que, si sigues así, fomentas el que siga dándose la situación de discriminación que te retiene en tu armario.

Dar un paso adelante, abrir la puerta y salir de ahí duele, y no es fácil. Pero una vez hecho, por fin serás tú. Y puede que duela a alguien que quieres, y que se escindan relaciones que creías de otra naturaleza, pero piénsalo dos segundos, tú eres quien eres una vez fuera del armario, no dentro de él. Si no te quieren una vez fuera, jamás te quisieron a ti; sólo quisieron al reflejo de su estereotipo que vieron en ti alguna vez.

Ahora estás fuera. Recién salido como el pan; calentito. Bienvenido a tu nueva vida. Bienvenido a tu vida. Bienvenido a ti mismo. Ahora tienes que conocerte porque, si no me equivoco, y suelo hablar poco referente de lo que creo que desconozco; debes tener la autoestima por el suelo no, más abajo. El armario no sólo reprime, sino que disminuye, minimiza. Es sencillo de entender: si uno no puede crecer, acaba raquitizándose, encogiéndose. El armario no nos deja desarrollarnos normalmente como al resto de personas, castra nuestros sentimientos (que consideramos, entonces, impuros/malignos/incorrectos) y machaca nuestra moral (que creemos, entonces, errónea), nos subyuga a la creencia de que somos seres inferiores, indignos, indignos incluso del cariño de nuestros allegados; a la creencia de que jamás podremos ser felices si somos como somos en realidad. ¿Y por qué? Por temor. ¿A qué? A hacer daño a los nuestros, a los que queremos y nos quieren, si nos reconocemos como lo que somos.

Aunque... ¿No es más doloroso ver a quien amas sufrir? ¿No hará más daño a un padre ver a su hijo deprimido, sumido en una impasibilidad sempiterna, siempre... Gris; que saber que va a ser feliz, pero con alguien de su mismo sexo? Los que te quieren, como he dicho antes, siendo tú, te van a seguir queriendo... Por eso mismo, simplemente: porque te quieren de verdad.

¿Por qué entonces seguir en el armario, una vez superado este miedo? Por miedo, nuevamente... Pero este no es un temor que radique en lo afectivo, en el amor a los que nos lo profesan; es un temor social. Miedo a quedarnos solos (pese a lo que tenemos en la familia). Miedo a que el señor de aquél banco nos juzgue a mi novia y a mí si nos besamos; miedo a que los chavales aquellos de las bicis nos llamen "maricones de mierda" cuando pasen a nuestro lado... Pues al miedo sólo hay una manera de superarlo, y es enfrentarlo. No es necesario reivindicarse a cada segundo. Como he dicho mil veces, no hace falta tatuarse los ojos con el arcoiris, ni llevar joyas con dos símbolos sexuales iguales entrelazados, ni llevar un brazalete con un triángulo equilátero invertido, para reafirmar nuestra identidad. Sólo hay que aceptarse, quererse, y salir con la cabeza bien alta, como nunca deberíamos haber dejado de hacer.

El armario, la negación de la propia identidad, nos hace invisibles a ojos de esta sociedad de la que somos parte. Y eso, pese al supuesto alivio que nos aporta, se convierte en nuestro peor enemigo. ¿Por qué? Porque lo que no se ve, no existe. Y lo que no existe, no se reivindica. Y lo que no se reivindica, no se consigue. Por eso, si nos negamos a ser quienes somos, nos estamos negando el derecho a serlo, a manifestar el amor por quien lo sentimos, nuestra forma de vivir, de pensar... Somos seres humanos. Hombres y mujeres. Nacimos, o nos hicimos, aún está por determinar; lesbianas, gays, bisexuales, transexuales... ¿Qué más da? Lo somos. Estamos aquí. Queremos ser felices y vivir como nos plazca (siempre teniendo en cuenta los límites lógicos y legales, huelga decirlo).

Jamás entenderé el problema que tienen algunos con el hecho de que yo vaya a ser feliz con una mujer y no con un hombre; o con el hecho de que ese hombre lo vaya a ser con un chaval y no conmigo. No entiendo el problema que le supone a alguien la felicidad de otro, si no es en perjuicio directo suyo. No es que la felicidad que yo gane usted la pierda, señor. Es que la que yo tenga, la gano yo, y a usted no le tendría que influir.

Nunca me han molestado los insultos. Ofende quien puede, no quien quiere, dice el dicho, valga la redundancia de algo. Nunca me molestará que me llamen lesbiana, tortillera o bollera, o derivados. Es lo que soy. Es como si me ofendiese el que me llamasen valenciana o alicantina, o morena, o delgada. Lo soy, y estoy orgullosa y feliz de serlo; lo que es más, me encanta ser como soy. Y espero que eso jamás sea motivo de vergüenza para mí. Y si volviese a nacer, y me "tocase" de nuevo ser como soy, encantada mil y una veces.

PS: Sé que el post llega un alguito tarde, que el orgullo fue a finales de junio y eso... Pero estaba sin internet, y de exámenes. Así que... Aquí lo tenéis. Más vale tarde que nunca, y para que no digáis que es tarde, lo publico a las 7.36 AM. :)

Os dejo con una cita de La Gaya Ciencia, del genial Friedrich Nietzsche:

 “¿Qué sucedería si un demonio te dijese: Esta vida, tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella, al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro, vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden, incluidos este instante y yo mismo? Si este pensamiento tomase fuerza en ti te transformaría, quizá, pero tal vez te anonadaría, también... ¡Cuánto tendrías entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino ésta suprema y eterna confirmación!

Lo dicho, señores, señoras, señoritas, señoritos y señorites... ÁMENSE, AMAOS, y, sobre todo... AMAD.

La aceptación empieza por uno mismo.

Un vídeo para que penséis un poquito.

Una reflexión mía un tanto escueta, que he hecho en Facebook, os la dejo aquí a todos.


Aunque la cultura de masas nos haga pensar lo contrario, que lo importante es ser alguien ante los ojos inexpresivos de la sociedad; lo realmente importante es ser quienes somos, nada más, ni nada menos, ante aquellos que nos importan, y a los que importamos.

Por esto, y aunque tiene su importancia y existe la necesidad de hacerlo, lo más importante no es reivindicarse y exhibirse en una carroza, ni pintarse arcoiris hasta en el blanco de los ojos para ir pregonando lo que uno siente y conseguir que todo el mundo lo apoye, o al menos lo tolere.

Lo importante, lo realmente importante, es conseguir que sean los nuestros (familia, amigos, colegas...) los que nos apoyen y nos toleren. No es una decisión el nacer con un color de piel, ni el que nos gusten o no las lentejas, ni el enamorarnos de una persona de nuestro sexo, o del opuesto. La decisión que tomamos es aceptarnos tal y como venimos. Es ser iguales, dentro de nuestra diferencia, a todos los demás.



If you're not the one - Daniel Bedingfield

 

Si no eres la indicada, ¿por qué mi alma se alegra hoy?
Si no eres la indicada, ¿por qué mi mano se adapta tan bien a la tuya?
Si no eres para mí, ¿por qué tu corazón responde a mi llamada?
Si no eres mía, ¿tendré la fuerza necesaria para, siquiera, levantarme?

Nunca sé lo que el futuro nos depara,
pero sé que ahora estás aquí conmigo.
Lograremos que funcione...

Y espero que seas la indicada para compartir mi vida...

No quiero huir, pero no lo soporto, no lo entiendo:
¿si no estoy hecha para ti, por qué mi corazón me dice que sí lo estoy?
¿Hay alguna manera de que me pueda quedar entre tus brazos?

Si no te necesito, ¿por qué estoy llorando en mi cama?
Si no te necesito, ¿por qué tu nombre resuena en mi cabeza?
Si no eres para mí, ¿por qué esta distancia mutila mi vida?
Si no eres para mí, ¿por qué sueño contigo como mi mujer?

No sé por qué estás tan lejos,
pero sé que esto es verdad.
Lograremos que funcione...

Y espero que seas la indicada para compartir mi vida...
Y desearía que pudieses ser ésa junto a la que morir...
Y ruego que seas esa con quien voy a construir mi hogar...
Espero amarte toda mi vida.

No quiero huir, pero no lo soporto, no lo entiendo:
¿si no estoy hecha para ti, por qué mi corazón me dice que sí lo estoy?
¿Hay alguna manera de que me pueda quedar entre tus brazos?

Porque te extraño; a tu cuerpo y tu alma, tanto que pierdo el aliento.
Y te siento dentro del corazón, y ruego tener la fuerza para aguantar hoy,
porque te quiero, esté bien o mal...
Y aunque no puedo estar contigo esta noche,
sabes que mi corazón está a tu lado...

No quiero huir, pero no lo soporto, no lo entiendo:
¿si no estoy hecha para ti, por qué mi corazón me dice que sí lo estoy?
¿Hay alguna manera de que me pueda quedar entre tus brazos?