Convéncete.

Me queda un cartucho. Uno. Y lo voy a quemar. Ahora. Antes de que vuelva a ser tarde. Que nadie lo entienda, no me importa. Que no sea lo más correcto. Que no vaya a ser un camino de rosas. Que habrá momentos en que cueste seguir. Me da igual. Me da igual lo que vaya a venir. Sé que quieres estar conmigo. Sé que quiero estar contigo. Y los problemas que vengan, ya se irán. Pero bastantes zancadillas nos pone ya la vida para que nos demos las hostias, como para atarnos un zapato al otro al vestirnos por las mañanas.

Sé que no es lo que debería hacer, probablemente. Pero, al fin y al cabo, la única meta que me he fijado en esta vida es, simplemente (aunque no sea simple, de hecho), ser feliz. Siento que debo hacerlo. Por mí. Por ti también. Si no me atrevo a arriesgarme con 18 años que tengo, con todo el ímpetu y la inconsciencia kamikaze de la juventud más pura; cuando cumpla 50, apaga, y vámonos, que no hay nada que hacer aquí.

Lo siento, pero la decisión está tomada. Eres mi apuesta por el rojo, por los corazones, por el as y la reina, por el 6, por los números pares, por los números medios. Eres mi apuesta por mí. Eres mi apuesta por ser feliz, por encima de todo.

Lo siento... Lo siento. Sé que no es plato de gusto para todos. Pero es lo que necesito.


A ti, sólo decirte todo lo que acaba de decir la canción. Que te amo como nadie, aunque suene a cursilería. Que te necesito. Que espero hacerte entender que hay que dar tiempo al tiempo, y dejar que pase lo que tenga que pasar, que no hay nada más incierto que el futuro.

Que te quiero, Lourdes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ánimo, cariño.
A veces es necesario hacer lo que te dicte el corazón (sí, por muy irracional que sea). Igual me llevo algún capón por escribir esto, pero... ¡a la mierda la racionalidad!. Hay cosas que la razón no entiende.
Yo te entiendo.
Será que soy gilipollas, pero me vale esa razón.

Un abrazo y ten cuidado.

k.